y el 2012 volvemos con TODO!!! éxitos para tod@s y gracias por seguir visitando el blog, a pesar del abandono en el que ha estado!
Mostrando entradas con la etiqueta ¿miedo al compromiso? ¿yo?. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta ¿miedo al compromiso? ¿yo?. Mostrar todas las entradas
jueves, 2 de abril de 2009

¿Miedo al compromiso? ¿Yo?

Soltero say no more |

Hace poco conversaba, teniendo como testigo un extraordinario atardecer, sobre la valiente decisión de una de las mejores mentes femeninas que conozco de terminar su compromiso de varios años porque ese vil y abominable sujeto la injurió terriblemente al pedirle la mano.

La cercanía a perder su propia libertad, a estar obligada a permanecer para siempre con alguien y a reevaluar sus objetivos dándole tintes mancomunados, la aterraron como casi nunca una mujer así podrá permitirse hacerlo. Comprendí, luego de 29 años, que a veces se confunde el miedo al compromiso con el miedo a perderse uno mismo.

¿Por qué el matrimonio es tan aterrador?

Pienso que lo más aterrador del matrimonio es la obligatoriedad. Uno está obligado a que la relación funcione, a dormir en una misma cama, a ser fiel, a no alejarse por un tiempo, a dar explicaciones, a ceder parte de tus propios activos, entre otras cosas que seguramente dentro de la tan vilipendiada convivencia también se cumplen con las mismas exigencias pero con determinantes voluntades en lugar de rigurosas cadenas.

Es decir, dentro de la convivencia, uno considera que la relación podría eventualmente terminar, y si bien no es el objetivo de convivir, en cierta forma ayuda a construir la relación manteniendo la propia independencia, sin perder la dirección de tu propio camino.

Si la relación es un éxito, el matrimonio y la convivencia convergen en los años, en una relación sana, sólida y sostenible. Y por otro lado, si la relación fracasa, el matrimonio deja dos personas sin individualidades, haciendo que sea ardua la tarea de volver a inventar nuevos caminos bifurcados muchas veces inciertos, mientras que ante un fracaso la convivencia deja dos personas que mantienen sus individualidades consistentes y con caminos enrumbados.

Estuvimos luego pensando vagamente, con su letal ironía femenina, qué estrategias no convencionales podrían ayudar a atenuar la insoportable y cansada regla de siempre verse las caras, y éstas son algunas que rescatamos :

1. Dormir en camas o cuartos separados.
Mantener tus propias costumbres íntimas, tu propio espacio, tus colores, aromas, y objetos sin sentido. Tomar las decisiones de tu propio ambiente, haciendo respetar tu soledad cuando intenten irrumpirla y compartiéndola cuando necesites renunciar a ella.

2. Mantener distancias
Alejarse cada cierto tiempo es bueno para volver a encontrarse. Saber extrañarse podría alimentar la relación, haciendo que la confianza y el respeto jueguen un papel preponderante. Se puede aplicar ya sea viajando, manteniendo círculos amicales distintos o aventurándose en empresas de tiempo considerable.

Todo lo que ayude a mantener una relación sana debe conversarse y ejecutarse de la mejor manera. Como canta Fito Paez en la canción más dulce que alguna vez he escuchado: “Hay cosas que te ayudan a vivir”.

Al fin, entendí que no le tengo miedo al compromiso, le tengo miedo a perder mi independencia y libertad, y hacer que la otra persona también lo haga. Por eso me pongo incómodo si alguna persona con la que salgo, en forma muy sutil intenta conquistar mi espacio, ya sea cambiándome el color de mis paredes, dejando su ropa en mis cajones, o inventando intencionalmente compromisos en mis únicas dos horas libres y de diversión de la semana en la que sin habilidad ni destreza doy rienda suelta a mis instintos futbolísticos.

Por eso es bueno tener las cosas claras, saber hablar para expresar lo que uno quiere y no quiere, saber escuchar para entender lo que la otra persona quiere y no quiere, y sobre todo saber hasta qué punto ceder y exigir.

Yo aún adoro mi libertad, mi soledad, mis ganas de crecer, mis risas y llantos, mis lecturas de madrugada, mis locuras y aventuras fuera de lima, mi ineficiente forma de planchar, mis inagotables fracasos y mis reconfortantes éxitos, mi orden y desorden, mis espacios de catársis a todo volumen, mis juguetes nuevos y hasta mi autodestructiva costumbre de complicarme la vida.

Por ahora, estamos bien.

say no more